jueves, junio 16, 2011

 Antes de que te marcharas, me aferré a tí y te rogué: "No te vayas." No, no es cierto, soy demasiado cobarde para hacer tal cosa. "Entonces, te vas...", fue cuanto pude decir. Te abracé por la espalda y te pedí: "Quédate un poco, sólo un poco más"; de esta manera me parecía que trataba retenerte de un modo más sutil.
... Odio el ruido que hace la puerta al cerrarse.
Sumergí mi rostro en tu camiseta blanca que llevabas hasta hacía un instante para oler tu aroma; luego deslicé los brazos en las mangas y me metí en la cama con ella puesta. Poco a poco, tu olor desaparecía, iba distanciándose de mí inevitablemente...
Lo había perdido. Pero no podía olvidarlo, y tampoco podía renunciar a él. Incapaz de manifestar estos sentimientos, me aferraba cada vez con mayor insistencia a ellos.