jueves, julio 07, 2011

Sinceramente, espero que me puedas recordar. Y espero que también me puedas sorprender. Cuéntame qué tal lo has pasado, cómo te ha cambiado el tiempo, cuánto tiempo has pasado pensando en esos momentos, ese momento que tú y yo solíamos soñar hasta que nos invadía el amanecer.
De veras que lo que yo más quiero es verte sonreír. Y que brilles, tanto o más que el mismísimo sol. Y que siempre estés conmigo, también, y que tu amor sea infinito.
Cielo... espero que recuerdes este adiós...
Es tu voz, esa voz que aún resuena en lo hondo de mi mente, en lo profundo de mi ser, esa voz que es como el viento que se agita suave, como la brisa sobre el mar. 
Y se que no podrás partir para siempre sin mirar atrás... ¿Verdad que no? Júrame que no podrás.
Y lo único que quiero es que ese momento... vuelva. Ya.
Quizá fue el sol que nos bañaba a diario por esas playas, por sus paseos, quizá fue ese sol, que me quiso confundir. Quizá no vuelvas, y creéme, eso es mucho peor. Y entonces la vida sea un horror, demasiado triste, demasiado para mí, como un beso que se rinde... eso sí que es triste.
Cielo, espero que recuerdes este amor...
Y ahora no sé, ya empiezo a dudar. Quizá sí es verdad que vas a partir por siempre sin mirar atrás. Eres como mi estatua... de sal.
Eso no lo sabré hasta que te tenga de nuevo entre mis brazos, hasta que me atrape de nuevo tu sonrisa, hasta que caiga en el paraíso sin fondo que, a día de hoy, son tus ojos para mí.
Y tengo claro que, si todo esto ha sido pasajero y no vuelve a suceder, al menos ha sido perfecto mientras ha durado. Que te dejaré ir entre las olas del mar, y tu sonrisa, tus ojos y tu rostro, así como los momentos que pasamos juntos, los dejaré marchar entre las olas de mis recuerdos. Marea alta.
Y, si todo sigue igual la próxima vez que nos veamos entonces tendré en cuenta que tus besos son sólo míos.
Te robaré un beso, y te pediré de rescate un millón más. Y nunca te irás de mi lado.