Aún a día de hoy no tengo claro el por qué todo terminó, pero tampoco el por qué hubo un momento en el cual esto empezó. Así que todo se podría resumir en una especie de sueño de verano que no se sabe si existió realmente y mucho menos el por qué ocurrió. Pero el caso es que ocurrió, mal que nos pese a ambos, y duró bastante. Ocurrió, duró y basta. No hay que darle muchas más vueltas.
Aún a día de hoy no sé si volveré a verte o si nuestros caminos volverán a cruzarse en algún momento de nuestras vidas. O si el destino nos deparará otra cosa, otros brazos, otras miradas y otros besos. O si, por el contrario, tendremos que escondernos del futuro en un lugar donde nada cambie y todo quede, ahí, en nuestra casa a la izquierda del tiempo. O si a partir de ahora toda mi vida sea invierno y tenga que aguantar el chaparrón mientras el frío juega al escondite inglés con los dedos de mis pies.
El olvido se me fue de las manos y hasta la fecha aún me ha sido imposible decirle cómo, cuándo y dónde dejarte atrás.
Me gustaría poder conservar las promesas que un día fueron nuestras, las palabras que una vez compartimos. "Te querré para siempre" "Jamás te olvidaré"pero, realmente, no lo veo factible. Me gustaría que todo fuese un juego, una especie de yo-yó que rebote cada vez que uno caiga en los brazos del otro y viceversa. Cada vez que nos encontremos. Y me gustaría que eso sucediese más a menudo si ha de suceder. Y que sea pronto.
Me gustaría haberte regalado un colgante que pusiese "Siempre nos quedará París" aunque realmente primero me hubiese gustado ir alguna vez a París contigo.
Supongo que ahora ya todo esto es en vano. Todos los "me gustaría", quiero decir. Supongo que, a toro pasado, cuando acaba la batalla todos somos generales. Y ahí es cuando pensamos que podríamos haberlo hecho mejor, que podríamos haber dado más y haber sabido expresarnos correctamente. Que no deberíamos habernos equivocado. Sentir cómo los condicionales juegan al pilla pilla con tu comprensión más infinita y, por consecuencia, con la poca paciencia que te queda.
Aún a día de hoy me siento enteramente orgullosa de haberlo intentado, de habértelo dado todo y sin embargo haber perdido. Una mala inversión, sin duda, pero no me arrepiento. Sigo valientemente orgullosa de haber sentido lo que tú me has hecho sentir. Creo que jamás estaré segura de haberlo dejado contigo, y eso es lo que te hizo grande, lo que nos hizo grandes a los dos.
Nos hemos amado así como nos hemos dañado: hasta decir basta. Quien no haya fracasado como nosotros no tiene ni puta idea de hasta donde se puede creer, querer y caer.
Aunque lo que sí tengo claro es que, pase lo que pase entre nosotros y con nosotros, siempre te encontraré ahí, donde termina el arcoiris.